jueves, 4 de octubre de 2012

Saludos por Fiesta de San Francisco 2012

Buenos Aires, 04 de octubre de 2012
Solemnidad del Seráfico Padre
Queridos hermanos
Federación FALC

  ¡Paz y Bien!

    Estamos celebrando la solemnidad de nuestro padre San Francisco de Asís. Su figura, siempre pura y diáfana de Evangelio, se nos presenta como una infracción a nuestras prácticas cotidianas, que tienden a una intrascendente normalidad.
  Celebrar es hacer presente el Misterio en los misterios. En este caso, el misterio de un pequeño hombrecito haciéndose imagen de Cristo y, así, llegando a una santidad tanto más obtenida cuanto más pecador se sintiera. El misterio de un Dios obstinado en hacerse camino en la historia desde la pobreza y la minoridad; desde la incomprensión y la cruz.
  Así, Dios nos sorprende con su revelación a contrapelo de las aspiraciones del mundo y de las estrecheces de nuestros corazones. Francisco, un antihéroe, un fracasado del sistema, un descentrado de la normalidad del mundo, perdura como icono de pureza evangélica, de esencial humanidad, de luminosa santidad.
  Desde aquella pureza, ahora galardonada de cielo, el pobre y humilde Francisco nos golpea con contundente suavidad para proponer su forma de vida, exigente y dulce a la vez.
Cabe preguntarnos cada día, en cada capítulo conventual, en cada acto de nuestra jornada cuál es la forma de vida, el estilo de vida que encarnamos y proponemos como buena noticia al mundo que nos reconoce como franciscanos (al que no nos reconoce también). Esta es una pregunta siempre válida y necesaria.
Pero me interesa más ahora preguntarnos si quizás -a ejemplo de aquella primera y periférica experiencia evangélica de los siglos XII y XIII- Dios no esté hablándonos de Evangelio cada vez más en “las calles y las plazas”, más allá de nuestros muros; “en el saber de las plazas más que en el saber de los templos”.
He visto en estos años, recorriendo nuestros países, mucha gente ávida de vida evangélica. He visto jóvenes llenos de utopías y animados a dejarlo todo por Jesús; ancianos alegres en su fe; pobres llenos de Dios y solidaridad aún en la escasez; viudas dignas de ser reconocidas por Jesús al dar en el templo “todo lo que tienen para vivir”; militantes urgentes por inmolarse por alguna causa de dignidad para los demás; niños en los que Jesús juega a revelársenos con pureza y claridad; madres o padres muriendo y dando vida a cada instante; consagrados y consagradas lúcidos del dolor y la fecundidad de la fidelidad; hombres y mujeres deseosos de configurarse con Cristo; sacerdotes siendo tales más por el servicio que por el derecho. He visto también en nuestras nuevas formas culturales, muchos signos de autenticidad, de tolerancia, de vida, que crece junto las deformaciones antihumanas de la misma cultura, cual el trigo y la cizaña.
Por ello, celebrando a nuestro padre San Francisco, no puedo más que dar gracias. El carisma franciscano sigue abriéndose camino por las calles y las plazas y desde allí anima y renueva nuestro seguimiento. Dar gracias por un carisma que continúa siendo joven y que hace fuerza para rejuvenecernos a nosotros mismos.
En esta fiesta los invito a todos a reconocer las semillas del Verbo esparcidas –especialmente- en nuestra Familia Franciscana y, también, en todas las personas de buena voluntad, los pobres del Señor, los cristianos anónimos,  en todos aquellos que de un modo u otro que alaban su Nombre.
También los invito a reconocer los dones que el Señor nos regala en nuestros hermanos y en todas las personas que comparten con nosotros el camino del Evangelio y la búsqueda del Reino. Todos los hermanos tenemos dones, y esto es también para mí una alegría. Dios habla en cada uno, en cada persona, en cada hermano, en cada fraile. Fomentemos nuestra alabanza, ayudémonos unos a otros a purificar nuestro seguimiento de Cristo.
Los saludo afectuosamente con un fuerte abrazo en esta Fiesta de San Francisco.

Fray Carlos A. Trovarelli
Presidente FALC

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