Monte Sant’Angelo (Italia), 31 de diciembre del 2012
Hubiera deseado escribirles una carta en ocasión de Navidad; pero las circunstancias no me lo han permitido. Por esto, me regalo ahora un momento para estar en comunión con todos ustedes, en las últimas horas de este año 2012. Como saben, me encuentro en mi casa junto a mis viejos, esperando la medianoche en manera sencilla: no habrá fuegos ni comida especial. Sin embargo, me encanta compartir momentos con los que me han dado la vida y educado en la fe. Aflora en mí como un impulso natural a reflexionar sobre el año que pasa y agradecer a Dios por el don de la vida y del tiempo.
En la mañana fui a visitar el cementerio de mi pueblo. Etapa obligada cada vez que vengo aquí. Constituye un encuentro con parte de mi pasado y mis raíces. Esta vez se revistió de un matiz muy particular, volviéndose en uno de los actos de despedida del año viejo. Invitación y desafío a vivir el tiempo cronológico como peregrinación hacia el eterno, llenándolo de la presencia del “Dios con nosotros”, celebrado el día de Navidad. Tal vez podría ser oportuno, en las diferentes comunidades, hacer hoy memoria agradecida de los frailes y laicos que nos han permitido conocer a Dios y Francisco de Asís, y desarrollar nuestra presencia franciscana en tierra venezolana.
Pensar en el tiempo me lleva también al encuentro de fraternidades que tuvimos hace un mes. Hablamos de las crisis que nos pueden atenazar en el testimonio de nuestra vida religiosa, y como casi siempre la causa se halla en una pérdida de sentido, debida al extravío de Dios en las cosas que vivimos y hacemos. Percibir a Dios como ausente es lo que quita entusiasmo y emoción. Esta noche es tradicional cantar el “Te Deum” para agradecer a Dios por el año pasado. Sin embargo, el agradecimiento es verdadero si corresponde a una lectura cristiana, de fe sobre la historia y el tiempo. Si logramos ver y hacer presente a Dios en los acontecimientos de la vida y los servicios que ejercemos; hacer que el tiempo, que fluye a menudo amorfo y vacío (=kronos), se transforme en tiempo pleno, porque habitado por Dios y nosotros (=chairós).
Anoche murió Rita Levi Montalcini, una científica italiana de origen hebrea, premio nobel. Me gusta una frase que ella solía repetir y que quisiera ser mi deseo para todos al comienzo de este nuevo año: “Hay que llenar no tanto la vida de días, cuanto, más bien, los días de vida”. Y la vida verdadera es Dios.
Les deseo un sereno y próspero año nuevo, vivido bajo el amparo de Dios y de la Virgen, valorizando el tiempo a disposición para avanzar en el camino de la santidad, según las características de Francisco de Asís, pregoneros y testigos de fraternidad, paz y alegría.
Fray Matteo Ornelli
Custodio provincial
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