miércoles, 27 de marzo de 2013

Carta de Pascua del 2013

Barinas, 23 de marzo 2013


Hermanos muy amados, ¡el Señor les dé la paz!

En vísperas del comienzo de la Semana Santa, deseo alcanzar, con la presente carta, a todos y cada uno de ustedes, para desearles que vivan una experiencia plena del amor de Dios, manifestado en Jesús, que entrega su vida en la cruz, y nos abre, con su resurrección, horizontes de esperanza cierta y siempre nueva. En efecto, en este año de la fe, el Papa emérito Benedicto XVI, en su mensaje cuaresmal, nos invitaba a hacer experiencia viva y actual de este amor, para poder creer, para que la fe en Dios sea posible y creíble: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4, 16). Sin el encuentro con Dios Amor, nuestras liturgias pascuales corren el riesgo de volverse puro espectáculo, del cual somos actores, a lo mejor buenos profesionales, pero no protagonistas. Es verdad – lo sé por vivirlo cada año en carne viva junto a ustedes, hermanos míos empeñados en la pastoral de Semana Santa – que los compromisos son numerosos y urgentes, a menudo agotadores. Sin embargo, pidamos a Dios que nos permita vivir y saborear las liturgias que nos preparamos a celebrar, para que hablen también a nuestros corazones, además que a nuestras feligresías. Que logremos conmovernos y enriquecernos con la contemplación de los misterios de la Semana Mayor, para ser eficaces en las actividades pastorales a favor de nuestras comunidades. Evangelizar es la obra de caridad más grande que estamos llamados a llevar para adelante, al fin de que nuestra fe no se quede en palabras y ritos. Citando a Benedicto XVI en su mensaje cuaresmal: “La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la Eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano.
Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela y germina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13)”.

Llegamos a esta Pascua después de haber vivido unos importantes acontecimientos a nivel de Orden e Iglesia: el Capítulo general y la elección de un nuevo Papa, Francisco. Ambos han marcado y caracterizado el tiempo de Cuaresma.
La moción programática del Capítulo general, sobre nuestra identidad carismática, suena así: “Para ‘vivir el evangelio’ hoy, como la Regla nos pide, el capítulo general decide que el compromiso formativo de la Orden sea el crecimiento en nuestra identidad carismática como hermanos menores conventuales, y así contribuir a la nueva evangelización. Los instrumentos privilegiados a tal fin son: La revisión de las Constituciones y la valoración efectiva del ‘Discípulo Franciscano’. Impulso a crecer diariamente en nuestra identidad; a afirmar que la alegría verdadera, para nosotros y todo cristiano, reside en vivir el evangelio; al fin de contribuir eficazmente a la nueva evangelización, expresión más alta de nuestro amor hacia los hombres, porque es permitir el encuentro transformador y dignificante con el Dios amoroso de Jesucristo, celebrado particularmente en Semana Santa.
La elección del nuevo Papa nos ha llenado de una alegría, que se ha vuelto alborozo al percatarse del nombre por él elegido: ¡Francisco! Desde luego, es motivo de orgullo y emoción para los franciscanos, que por primera vez en la historia de la Iglesia el Sumo Pontífice se llame así. Sin embargo, representa, al mismo tiempo, un desafío grande para nuestro testimonio de fe. Estamos comprometidos, en primera persona, por el mismo carisma franciscano, a ser imágenes vivas y actuales de “Cristo pobre y crucificado”. Papa Francisco, con su manera de actuar y sus palabras, nos está dando un ejemplo a seguir. Esforcémonos de caminar los caminos de Jesús, compartiendo con los pobres; de edificar una Iglesia capaz de rehuir de los signos del poder, para realizar el poder de los signos; de confesar la fe con palabras y obras de amor, enseñando a un Dios misericordioso y tierno, que nos inspire confianza y nos quite el miedo. 

El año pasado escribía sobre el compromiso cristiano por la paz, querido por los obispos de Venezuela, sobre todo con vista a las elecciones presidenciales, y que caracteriza la vivencia pospascual, inaugurada con el saludo del Resucitado a sus discípulos “Paz a ustedes”. Palabras que siguen actuales en el contexto político preelectoral que está marcando también estos días, y por eso las reitero. “El clima de desencuentro verbal y casi físico; la calificación del adversario como enemigo, con todo el vocabulario violento que pueda conllevar, son inadmisibles para los cristianos, y van combatidos rotundamente. Hay que favorecer y fomentar el sueño evangélico de una comunidad de hermanos, donde diferencia no es sinónimo de conflictividad, sino más bien de reto a la integración y al intercambio de riquezas. ¡Bienaventurados los constructores de paz! Es superfluo subrayar el aporte que nosotros franciscanos podemos y debemos dar a este anhelo. De lo contrario, el saludo pascual, que nos caracteriza frente a la humanidad, podría sonar falso y hueco”.

La Virgen de Coromoto y nuestro padre S. Francisco nos acompañen en esta Semana Mayor, cuya celebración vamos a iniciar. Constituya para nosotros una importante etapa hacia la santidad. Un abrazo fraterno para todos y cada uno. ¡Dios los bendiga y cuide!
Fray Matteo Ornelli
Custodio provincial

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