Lima, 10 de Agosto
de 2011
Mis muy queridos hermanos Wilmer, Javier y Ramón, ¡el Señor les dé la paz!
Lo siento mucho no poder compartir con ustedes, con sus
familiares, con nuestra familia franciscana conventual y con mi gente de
Venezuela, ese momento tan importante y bello. Sin embargo, les aseguro que en
estos días estuvieron siempre presentes en mis oraciones, pensamientos y
afectos.
Quiero expresar mi agradecimiento a Dios por haberlos
llamado a entregar su vida a Él, a servicio del mundo entero, dándoles la
oportunidad de vivir la verdadera felicidad que sólo en Dios se puede alcanzar
en plenamente. Gracias a Dios que nos da en ustedes a nuevos hermanos, don y
compromiso a la vez.
El
Congreso y la celebración de los 20 años de la muerte-martirio de nuestros
hermanos Zbigniew y Miguel han constituido momento fuerte para la reflexión
sobre nuestra consagración y servicio, pasión abrasadora por Dios y los
hombres. He rezado para que Dios les/nos ayude a ser fieles y radicales en
nuestro testimonio diario. Estos dos frailes mártires nos enseñan a dejarnos
plasmar por la Palabra de Dios, a permitir a los pobres y sencillos ser sujetos
de nuestra conversión permanente. Aprendan a recibir de ellos, para poder dar;
a ser evangelizados por la gente, los lugares y las circunstancias; a vivir
como “hermanos menores” allá dónde la obediencia los envíe. Pariacoto es una
aldea rural perdida en la geografía del mundo y del Perú; sin embargo, se ha
vuelto, para fray Miguel y fray Zbigniew, en el lugar del encuentro verdadero y
último con Dios. Nuestra historia está repleta de ejemplos parecidos. Dios los
guíe a ser ejemplo y testimonio, en medio de nosotros, de una entrega generosa,
fiel y santa.
Por
supuesto, no puedo pasar por alto la significatividad de la fecha de su
profesión, el 11 de agosto, fiesta de Santa Clara. Imagino que fray José Luís,
a quien le agradezco por recibir sus votos en lugar mío, a nombre de la
Custodia y la Orden, ya habrá hablado de esto en su homilía. Sencillamente les
deseo que Santa Clara los impulse a mirarse siempre en Jesucristo, pobre y
crucificado, para volver a encontrarse, todos los días, con ustedes mismos, en
Él. Sea Él el espejo para verse como su imagen verdadera, no buscándose en
manera narcisista, sino renegando a su propio yo, para asumir la cruz de cada
día y ser discípulos alegres en pos de Jesús.
Encomiendo
estos deseos y sus personas al Señor. La Virgen de Coromoto los sostenga y
ampare. San Francisco y Santa Clara los acompañen en el camino emprendido. Los
abrazo fraternalmente.
Fray Matteo Ornelli, O.F.M.Conv.
Custodio Provincial
A
mis hermanos
Fray
Wilmer Delgado
Fray
Pedro Javier Mora
Fray
Ramón Ramirez
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