domingo, 31 de mayo de 2015

Carta a los frailes después de la visita custodial


Prot. 160/11-15

Palmira, 17/03/2015

Muy queridos hermanos, ¡El Señor les dé la paz!

Ayer, después de un mes de ausencia, regresé a Palmira. Llevo aún en los ojos, en la mente y en el corazón las imágenes y las impresiones que han acompañado mis días de visita a las fraternidades, y el compartir con ustedes y los laicos que hacen vida cristiana con nosotros. Me impulsa a escribirles el deseo de agradecer a todos ustedes por la experiencia de bella y rica fraternidad vivida en este mes de estadía con ustedes. De veras me sentí bien, hermano entre hermanos, fuera de inoportunas y antifranciscanas lógicas jurídicas-burocráticas. Me costó dejar cada uno de los conventos, porque me parecía poco el tiempo compartido.
Desde luego, no soy ingenuo o irrealista y me encontré también con problemas: pastorales, fraternos, jurídicos y económicos. Sin embargo, no me parecieron de gran envergadura. A veces falta tan sólo un granito de buena voluntad, humanidad y diálogo para solucionar el asunto, sobre todo en lo que se refiere a las relaciones interpersonales.

Se suele, a veces, citar la frase: “La vida comunitaria es la máxima penitencia”, como para indicar la dificultad que conlleva vivir juntos en fraternidad. Puedo decir que no lo experimenté en mis visitas y vi que, por lo general, todos ustedes se esmeran para disfrutar el don de la fraternidad e indicarlo como camino esencial por el bien de la humanidad y de nuestro país. Si penitencia es salir de uno mismo, en espíritu de éxodo hacia Dios y el hermano, así como nos indica el tiempo de Cuaresma que estamos viviendo, con vista a la Pascua ya próxima, entonces la fraternidad es meta y desafío de verdadera y palpable conversión cristiana, aún más significativamente importante para nosotros franciscanos. Si la cruz de nuestras debilidades y diferencias, de las dificultades, nos echa a veces en la tentación de la dispersión y del individualismo; la luz del Resucitado nos lleve a recibir su mensaje de vida y consolación en la comunidad, y el Espíritu Santo nos impulse hacia el don de la comunión.

Nuestra Señora de Coromoto y nuestro Seráfico Padre nos amparen y guíen por los caminos de la santidad vivida y propuesta, en estos tiempos difíciles, donde la luz de Cristo lucha con tinieblas espesas que intentan opacarla u oscurecerla. ¡Feliz Pascua de Resurrección para ustedes y sus fieles! 

fray Matteo Ornelli
Custodio provincial

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